El ciclo de conferencias del Programa de Abonados 2023-2024 se cerró con la intervención de la profesora de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo María Álvarez Fernández, que nos habló sobre el impacto dejado en el paisaje asturiano por las peregrinaciones a Santiago de Compostela.
A partir de las diferentes fuentes documentales se puede ir reconstruyendo el paso de peregrinos por nuestra región, comprobar la huella dejada sobre el territorio, así como conocer aspectos de la vida cotidiana.
En primer lugar, el historiador recurre a las fuentes documentales depositadas en los archivos. En este caso, el Archivo Capitular de la Catedral de Oviedo junto con el Archivo Municipal nos ofrecen una valiosa información recogida en las actas capitulares y concejiles respectivamente. Estos textos nos hablan de la afluencia de peregrinos, especialmente en los años en que se celebraba la Perdonanza. Así, sabemos que en esos años se llegaba a quintuplicar la población de la ciudad, estimada en cinco mil personas a finales del siglo XV, pues se llegaban a hacer hasta veinticinco mil insignias que se llevaban como recuerdo. Esa afluencia masiva generó en la ciudad problemas de abastecimiento de productos básicos como el pan, el vino o la cera. Del mismo modo, también había demanda de auxilios espirituales y, en el año 1459, el cabildo buscó, con carácter de urgencia, a treinta y dos confesores para que, repartidos por toda la Catedral y por turnos, administrasen el sacramento de la penitencia. Con el fin de hacer frente a estas situaciones de la mejor manera posible, en 1509 el cabildo de la catedral aprobó unos estatutos para crear una comisión que organizase la llegada de peregrinos en los años de Perdonanza.
Por las mismas fechas, en 1506, el cabildo municipal encargó a un cantero vecino de la ciudad la construcción de un crucero de piedra, elevado sobre cuatro escalones y con un crucificado de bulto, para ser colocado en el Campo de San Roque, allí por donde los peregrinos accedían a la ciudad.
Otra de las fuentes que no se deben desdeñar son las tradiciones que se transmiten oralmente con halo de leyenda que, en muchas ocasiones, nos aportan informaciones sobre la vida cotidiana. En este sentido, la conferenciante se refirió a una tradición del siglo XII acerca de un cuélebre que, según contaban, entraba todas las noches en la iglesia de Santa María de Celón (Allande) para devorar los cuerpos de los difuntos allí enterrados. Había de ser un peregrino, forzosamente, quien matase a la bestia, como así fue y, en recuerdo de aquella leyenda, se transmitió oralmente la creencia de que es este suceso el que representa el relieve de un hombre matando una sierpe de grandes dimensiones que se labró en la iglesia; de la misma manera se conserva el agujero por el que, presuntamente, el cuélebre entraba en la iglesia.
De 1587 es otra leyenda, ésta acerca de la fundación del Hospital de Ambas Vías en Trevías. Según la tradición- recogida en un documento donde se da cuenta de la relación de bienes que poseía el hospital- por ahí pasaba una vía secundaria del Camino cuando la abadesa del monasterio de San Pelayo de Oviedo se dirigía hacia Compostela con varias mujeres. En ese lugar las sorprendió una tempestad y un rayo mató a una de sus acompañantes, lo que llevó a la abadesa a fundar el mencionado hospital. La profesora Álvarez sospecha que, si la abadesa del principal cenobio femenino ovetense iba por esa vía, no se trataría de un ramal tan secundario como la leyenda cuenta.
Por otro lado, las advocaciones de iglesias dedicadas a Santiago en épocas tan tempranas como el siglo X permiten hacerse una idea de lo rápido que la devoción jacobea se extendió por Asturias. Baste mencionar a la iglesia prerrománica de Santiago de Gobiendes (921) o la de Santiago Apóstol de Castropol que, aunque de fábrica moderna, es de fundación medieval pues ya aparece mencionada en el Libro Becerro de la Catedral de Oviedo (1385).
También la toponimia nos habla del Camino. Términos como Puente Gallegos, en San Martín del Rey Aurelio; Arroyo de los romeros, en Caravia; Soto de la Barca, en Tineo o Santiago de la Barca, en Salas, indican que se trataba, ya en la edad media, de lugares de paso de los peregrinos, concretamente de cruces de ríos, ya fuera mediante la existencia de un puente o con la asistencia de una barca.
Es excepcional, y en muchas ocasiones sorprendente, la información recogida en los libros de viajes, donde se dan consejos a los romeros. El Codex Calixtinus (mediados del siglo XII) habla de la Abadía de San Juan de Sorde en Francia, fundada en el siglo X sobre los restos de una villa romana. Esta abadía estaba entre dos ríos cuya explotación disfrutaba y era paso obligado de los peregrinos. Para cruzar el río era necesario servirse de una barca por la que las personas pagaban una cantidad determinada y las monturas, si las llevaban, esa misma cantidad multiplicada por cuatro. El Códice Calistino advierte del peligro al que los usuarios se exponían en este paso, ya que, si la barca llevaba mucha gente, se hundía y los barqueros, sin ningún tipo de escrúpulo, robaban las pertenencias de los ahogados. Se recomendaba entonces a los peregrinos no subir si había mucha gente y llevar siempre las monturas fuera de la embarcación.
Llegados a este punto de la conferencia, la profesora María Álvarez se detuvo, especialmente, en estas cuestiones: los puentes, las barcas y los dificultosos cruces de los ríos en Asturias. En una región como la nuestra, donde la construcción y mantenimiento de los puentes de piedra era tan costosa se primaba la construcción de puentes de madera, aunque lo más habitual era la existencia de barcas para cruzar de una orilla a otra; dándose en muchos casos el binomio de barca-hospital (Figueras, Castropol) y puente-hospital (Peñaflor, Grado).
Para ilustrar estas realidades, de la que nos han dejado imágenes gráficas las fotografías antiguas que se conservan en el Museo del Pueblo de Asturias, se hizo mención a las informaciones dadas por los Diccionarios Geográficos. El Diccionario de Tomás López (siglo XVIII), nos habla de estas barcas a las que les supone un origen antiguo y de peligrosos puentes de madera como los que cruzaban la Ría del Eo; es significativo el nombre de uno de ellos: Puente Pelegrín. De las barcas que cruzaban el Eo se conservan varios relatos; uno de los más antiguos fue el del cronista que acompañó a Felipe de Habsburgo en su peregrinación a Santiago. En el camino de vuelta, esta comitiva regia decidió pasar por Asturias para visitar el relicario de San Salvador y relató lo peligroso que resultaba cruzar el Eo en una barca a la que llamó “puente que tiembla”. De la misma opinión fue un peregrino francés que, en el siglo XVIII, relató el paso de la ría en una barca que “descendía como a un precipicio” para, elevarse a continuación a consecuencia del oleaje, dándole la impresión de que iba a morir. El cancionero francés Chansons des pèlerins de Sanit-Jacques recogía las impresiones de los peregrinos: las barcas del Navia y el Eo eran las más peligrosas. La arqueología submarina está localizando en la Ría del Eo restos de barcas de madera de roble, de poco calado y fondo plano, datadas en los siglos XI-XIII. Barcas como estas habían de ser las que habían pagado el matrimonio formado por María Vela y Pedro Velo, que en 1206 hicieron una donación a dos monasterios gallegos para dotar de barca y barquero en el paso de Puerto Julián, hoy Porcillán (Ribadeo) a cambio de misas por sus almas.
En el Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de Pascual Madoz (1846-1850) se habla de hasta siete pasos con barca en los ríos asturianos por donde discurre el Camino de la Costa, algunas de ellas eran de vela. Se nos dice que en Canero era necesario utilizar una cuerda que cruzaba el río para asegurar el paso de la barca. En El Puntal, Villaviciosa, la embarcación se deterioró en el momento en que los monjes bernardos dejaron de cuidarla. Por el contrario, en Ribadesella los barcos eran insuficientes para las necesidades que había, y es que esta villa recibía tal cantidad de peregrinos extranjeros desde finales de la Edad Media que ya los Reyes Católicos habían autorizado su ampliación. Posiblemente ese flujo aumentó desde que se concedió la bula del Jubileo de la Santa Cruz y con ello se presentó la necesidad de fundar allí el Hospital de San Sebastián de Ribadesella.
El uso de las barcas era siempre de pago y, para evitar abusos, estuvo regulado por ley. También para evitar fraudes se impuso la prohibición de cruzar el río por los vados. Había barcas financiadas por los concejos y, en ocasiones, algún señor local compartía los gastos con el municipio. Otras veces, su uso podía tener carácter gratuito, como el caso del matrimonio que pagó las barcas de Puerto Julián a cambio de sufragios por su alma. En Oviedo, los habitantes de la ciudad no pagaban por el uso de las barcas y así, para cruzar el Nalón por la localidad de Puerto, resultaba más rentable hacerlo en barca que disponer de un puente. El puesto de barquero era un oficio concejil que se nombraba cada primero de noviembre.
No faltaron los milagros acaecidos en estas barcas. En Navia, la iglesia se dedicó a Santa María de la Barca después de que tuviese lugar una aparición de la Virgen en una de las barcas que cruzaban la ría. Para finalizar la conferencia, la profesora Álvarez relató uno de los milagros que, en la edad media, se sucedieron a lo largo del Camino de Santiago. Está recogido en la Vida de San Rosendo (S. XII), fundador del Monasterio de Celanova, gobernador de Galicia y obispo de Dumio en el siglo X. Cuenta esta leyenda que unos peregrinos deseaban cruzar un río, pero la barca estaba amarrada en la otra orilla. Pidieron entonces amparo a San Rosendo que, se apareció sobre la barca y, cruzando el río, los recogió y acompañó hasta la otra orilla.