Retablo Mayor
EL RETABLO MAYOR
El retablo de la capilla mayor de la Catedral se divide en cuatro cuerpos y cinco calles- siendo la central de mayor tamaño y tres pisos- y una predela en la parte inferior. Cada una de las escenas que lo componen se inserta en un encasamiento enmarcado bajo un arco carpanel. Un festón, a modo de remate, recorre la parte superior.
La temática se centra en 23 escenas de la vida de Cristo agrupadas en tres ciclos de su vida: Nacimiento, infancia y vida pública; Pasión y Resurrección. En la calle central están el Sagrario, la Asunción de la Virgen y el Salvador o Cristo en Majestad; sobre ellos la Crucifixión, símbolo de la Redención. La lectura del retablo se inicia por la parte inferior y de izquierda a derecha.
Aunque las noticias documentales son confusas, se cree que en época del obispo Diego Ramírez de Guzmán (1412-1440) se hizo un retablo de plata repujada que a finales del siglo XV se amplió, por resultar demasiado pequeño, con unas pinturas encargadas a Pedro de Mayorga en 1487.
En 1497 se contrató la construcción de un baldaquino para colocarlo sobre el altar. Paralelamente se desmontó el retablo de plata. En estas fechas se encontraba trabajando en la sillería de coro el taller de Alejo de Vahía, por lo que se ha supuesto que fueron estos escultores los que se encargaron de la obra del ciborio.
El actual retablo mayor fue contratado poco después, y se debe a la iniciativa y financiación del obispo Valeriano Ordóñez de Villaquirán (1508-1512). El prelado aparece retratado en posición orante a los pies de la Virgen, en la escena de la Asunción, por expreso deseo de los capitulares, como reconocimiento a la donación de 300 doblas de oro que permitió el inicio de la obra.
El contrato se firmó en Burgos en 1511 entre Valeriano Ordóñez de Villaquirán y el escultor flamenco Giralte de Bruselas, que había trabajado en la sillería de la catedral de Zamora. En él se acordaba que algunas de las esculturas y maderas del ciborio serían reutilizadas en la nueva obra. Los trabajos comenzaron en 1512, a Giralte de Bruselas se atribuye el diseño del retablo y la dirección del taller, así como la hechura de una parte de las imágenes. En el año 1516 se incorporó a las obras Juan de Valmaseda y, al año siguiente, la obra escultórica se dio por terminada. Quedaban las labores de dorado y pintura, que fueron contratadas con Alonso Berruguete en 1522, pero dos años después, por problemas varios, Berruguete no había comenzado a trabajar, con lo que se liquidó la obra con él en 1529 y se contrató de inmediato a León Picardo que, junto a Esteban de Amberes y Miguel Bingueles, entregó terminada la policromía en 1531.
Hasta fechas recientes se pensaba que las imágenes que Giralte de Bruselas reutilizó del ciborio de 1497 eran los profetas que aparecen en el banco del retablo, pero durante los trabajos de restauración llevados a cabo en 1989 se comprobó que eran las imágenes de los reyes del Antiguo Testamento del guardapolvo las que se debieron de reutilizar. A Giralte de Bruselas y su taller se atribuyen las escenas del ciclo de la infancia de Cristo, a saber, la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento (excepto la figura de San José) y la Adoración de los pastores. También se le atribuyen parte de las imágenes de las escenas de la Presentación en el templo, Jesús entre los doctores, las bodas de Caná, el ángel del Bautismo de Cristo y la Asunción de la Virgen. A Juan de Valmaseda se atribuyen las imágenes de Cristo y San Juan en la escena del Bautismo, El Cristo y Pilatos de la Flagelación, así como el Cristo de la Resurrección. En otros encasamientos – la Oración en el Huerto y las Tentaciones de Cristo – se aprecia la colaboración de ambos artistas.
La finalidad de estos grandes retablos tardogóticos era la evangelización de los fieles. Con una población mayoritariamente analfabeta, se hacía necesario simplificar el acercamiento del pueblo a la doctrina de la Iglesia, de ahí que las distintas escenas hagan un recorrido por el Nuevo Testamento, desde la Anunciación del Arcángel Gabriel a la Virgen hasta la segunda venida del Salvador, en el encasamiento central, con la imponente figura de Cristo en majestad.
El Antiguo Testamento está presente en las imágenes de reyes, jueces y profetas como prefiguraciones del Mesías. Los cuatro Santos Padres de la Iglesia de la predela- San Gregorio, San Ambrosio, San Jerónimo y San Agustín- aluden al magisterio de la Iglesia. Las esculturas de San Sebastián y San Roque, situadas también en el banco, justifican su presencia en este conjunto por su carácter de santos protectores ante las desgracias en una época de continuas pestes y calamidades. Flanqueando el Sagrario, como es habitual en los retablos asturianos, aparecen San Pedro y San Pablo. Y, finalmente, en un templo dedicado al Salvador y los Apóstoles no podía faltar una representación del colegio apostólico, en el segundo piso.
El retablo fue repintado en 1879 por Antonio Gasch y sometido a labores de limpieza en 1989, 1994, 2001 y 2017.