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El mes de septiembre en Asturias es el mes de la Virgen de Covadonga, nuestra “Santina”. Es habitual verla vestida con su manto rojo, aunque luce igual de galana de verde, azul, blanco e incluso negro. Sin embargo, la imagen que hoy se venera en la cueva no siempre estuvo allí ni era una imagen “de vestir”.

La primera talla de la Virgen de Covadonga que se conoce está fechada en el siglo XII. Se cree que se hicieron dos imágenes idénticas, una para el santuario asturiano y otra para el monasterio de San Juan de la Hoz de Cillaperlata (Burgos).

La imagen asturiana se perdió en el incendio del “milagro de Covadonga”, el templo de madera de la Cueva, que tuvo lugar en el año 1777. Al año siguiente, el cabildo de la Catedral de Oviedo decidió entregar una imagen de la Virgen, que hasta entonces se veneraba allí, para sustituir a la escultura perdida.

La Virgen que la Catedral de Oviedo entregó al Santuario de Covadonga es una escultura de madera que, originalmente, no llevaba el manto ni la corona a los que hoy nos tiene acostumbrados. En el año 1704 se le colocó una imagen del Niño Jesús sobre su mano izquierda y la corona fue diseñada por el sacerdote Félix Granda Buylla para su coronación en 1918.

La escultura de la Catedral de Oviedo, del siglo XVI, ha sido sustituida en 1970 por una réplica exacta de madera y poliéster para protegerla de la humedad a la que se encontraba sometida en la Santa Cueva. La original se ha retirado por razones de conservación.

En este mes de la Virgen de Covadonga todos aquellos que lo deseen pueden acercarse a Covadonga para rezar ante la imagen de la Virgen, pero también pueden hacerlo en la Catedral de Oviedo, en cuya girola hay una capilla dedicada a la Santina. Allí, la Virgen aguarda a los asturianos bajo un dosel de madera que, a modo de retablo, cobija la imagen recordando la Cueva del monte Auseva. A sus pies, las reliquias del primer santo asturiano, San Melchor de Quirós.