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SALA CAPITULAR

El estilo gótico llega a Asturias con la construcción de la sala capitular de la Catedral. Se cree que por iniciativa del obispo Fernando Álvarez (1293-1295), hombre culto y viajado que habría conocido el nuevo modo de construir en Francia. Tiene una planta cuadrangular y se cubre con una bóveda de ocho paños apoyada sobre trompas. Construida en gótico clásico, se ha puesto en relación con el llamado “estilo Plantagenet”. La construcción se inició en el año 1293, se supone que adosada al claustro románico, en un lugar que estaba destinado a enterramientos.

Las salas capitulares surgen en los monasterios como espacios destinados a la lectura de la regla monástica, pero en la Catedral la principal función desempeñada por esta estancia fue la de servir de espacio de reunión a los capitulares; la primera reunión del cabildo en este espacio tuvo lugar en 1314. En sus muros se abren cuatro sepulcros en arcosolio.

En el siglo XVII se abrió una puerta en uno de sus muros para comunicar con la estancia del archivo, de manera que, cuando tuvieran lugar los capítulos, el canónigo archivero accediera directamente al archivo con la documentación emanada de la reunión, del mismo modo que si se requería la consulta de algún documento se pudiera acceder fácilmente a él.

En el siglo XVIII se quiso mejorar este espacio haciéndolo más suntuoso, para ello se abrieron los grandes vanos que actualmente lo iluminan y se le añadió un vestíbulo en uno de los laterales que hoy da servicio al archivo capitular. Al escultor ovetense José Bernardo de la Meana (1715-1790) se le encargó la puerta de ese vestíbulo, abierto al claustro, y que hoy custodia las laudas sepulcrales recuperadas en las excavaciones arqueológicas, así como los restos de la reja del coro.  El taller de José Bernardo de la Meana también se encargó de tallar los bancos para la sala capitular, hoy dispersos por varias estancias de la catedral.

La sillería de coro

Los restos de la sillería tardogótica del coro se pueden admirar aquí. Tras su desmontaje, a principios del siglo XX, los estalos se dispersaron por la catedral. La mayor parte se instaló en la Capilla de Santa Bárbara y sufrió considerables daños durante la revolución de 1934. En 1975 estos restos fueron puestos en valor y recuperados. En total se ensamblaron cinco estalos altos y veintitrés bajos. A finales del siglo XV, el obispo Juan Arias del Villar (1487-1498), había encargado a Alejo de Vahía una sillería de coro compuesta por cuarenta y cuatro estalos altos y cuarenta y seis bajos. Entre los años 1491 y 1497 se documenta en la Catedral a un taller de “maestros extranjeros” dedicado a esta labor.

En los respaldos de las sillas altas se realizaron delicadas labores de taracea, destacando entre ellos la desaparecida silla del obispo, en la que aparecía su retrato. En los estalos bajos, los respaldos se decoran con relieves de profetas, jueces y reyes del Antiguo Testamento, además de apóstoles y santos. En la silla reservada al deán, se talló la representación de la Iglesia y la Sinagoga. En las misericordias, brazos y enjutas de los respaldos se desplegaron temas mitológicos, alegóricos y satíricos.

Retablo de la Transfixión

Frente a la sillería, y adosado al muro del claustro, se conserva el relieve de la Transfixión o del Llanto sobre Cristo muerto, obra flamenca de finales del siglo XV que formaba parte del sepulcro del arquitecto Juan de Candamo y de las Tablas, maestro mayor de la catedral entre 1458 y 1489, y su mujer, Catalina González de Nava. Este enterramiento se encontraba en el crucero meridional. En el relieve, a derecha e izquierda de la escena, se retrató al arquitecto y su esposa en actitud orante, acompañados por sus santos patronos.