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En el libro del Apocalipsis, el Apóstol San Juan narra la visión de “una mujer, vestida de sol, la luna por pedestal, coronada por doce estrellas” (Ap. 12,1). Se trataba de la Virgen María, asumpta al cielo en cuerpo y alma.

El 1 de noviembre de 1950 el papa Pío XII declaró el dogma de fe de la Asunción de María, fiesta que se celebra el 15 de agosto desde la Edad Media. Como madre de Cristo, tras su muerte María no sufrió la corrupción de la carne sino que fue elevada al cielo, su cuerpo fue glorificado por la Santa Trinidad y se unió a su alma. Está en el cielo al lado de Jesús como reina de todo lo creado. Es modelo para todos los cristianos, ha marcado el camino en la tierra: el servicio y la confianza en Dios, y el camino que espera a los cristianos tras la muerte: la vida eterna. En el cielo, al lado de Cristo, intercede ante Él por los que acuden a Ella.

En el arte, la iconografía de la Asunción de la Virgen es una de las más frecuentes y, muy a menudo, se la confunde con la de la Purísima Concepción, de hecho, suelen aparecer unidas. Estrictamente, la Asunción de la Virgen se representa con la Virgen siendo elevada al cielo, en actitud orante, por ángeles. Es el caso de la tabla atribuida a Pedro de Mayorga, Maestro de Palanquinos, y fechada a finales del siglo XV que pertenece a la Catedral de Oviedo y se conserva en el Museo Diocesano. Se ha identificado esta pintura como la única tabla conservada del primer retablo gótico que tuvo la Catedral de Oviedo y que fue desmontado a principios del siglo XVI para construir el actual retablo mayor, en cuya calle central también aparece representado este tema.
Desde antiguo también se representó el tránsito de la Virgen de este mundo a la Gloria con el tema de la “Dormición de la Virgen”, escena en la que María aparece “dormida” ante los Apóstoles.